Mientras
se aproximaba a uno de los montículos de heno cogió una manta que alguien había
dejado tirada en el suelo, la extendió y se tumbó. Al rato, oyó un ruido en la
puerta del granero. Estaban abriéndola. Madelaine se sobresaltó. “Es Richard.
Me ha encontrado. Me matará” Estaba tan muerta de miedo que no podía moverse
así que se abandonó y rezó para que no la viera. Oía los pasos cada vez más
cerca, más cerca... cerca. De pronto, apareció él. Era el muchacho. Ella
instintivamente se cubrió, después se miraron. Él estaba hermoso. Llevaba el
torso descubierto y unos ajustados pantalones por debajo de las rodillas. Su pelo
corto y rizado. Sus brazos grandes y musculosos, al igual que sus piernas y sus
ojos grandes, expresivos y cálidos. Ella se incorporó, el blanco camisón de
hilo estaba roto a causa de la pelea con Richard, su pelo algo enmarañado, pero
conservaba su gracia y elegancia. Su rostro se había transformado. Seguía
conservando su porte regio y su sublime belleza, su boca seguía siendo roja
como la sangre, sus mejillas rosadas y su tez blanca, pero algo había cambiado
en sus ojos. Ya no eran distantes e inexpresivos, ahora estaban chispeantes y
llenos de vida, transmitían pasión, deseo,... amor.
Ella
se acercó al joven. Él la tomó en sus brazos y la besó apasionadamente. Hacia
ya tiempo que Madelaine no sentía esa sensación al ser besada, de pronto sintió
que sus miembros empezaban a flojear como si le hubiesen sacado los huesos de
su cuerpo. Súbitamente él le arrancó el camisón, ella no opuso resistencia: era
una muñeca a merced de aquel salvaje, una oveja ante el esquilador, una mujer
ante su amante. Ella se dejó dominar por aquel hombre. Después de los embates
del amor, ambas figuras estaban exhaustas, el sudor perlaba sus cuerpos,
estaban fundidos en un abrazo.
Ella
tenía la cabeza sobre el pecho de su amante. De pronto, se percató de que ni
siquiera sabia el nombre de aquel ser que le había devuelto a la vida, que
había hecho que se sintiera la mujer más feliz del mundo. Así que levantando la
vista hacia al chico, dijo:
-
Me siento mal por no saber tu nombre-
-
Mí nombre es... Titán-
Madelaine
se despertó con el primer canto del gallo. Al principio no sabia donde estaba,
solo sentía una agradable sensación en su pecho, una sensación que hacia mucho
tiempo que había olvidado. De pronto, recordó todo. Recordó la pelea con su
marido, como había huido de él y como había encontrado de nuevo el amor en los
brazos de un muchacho. Se incorporó y observó al chico. Dormía plácidamente.
Ella se acercó a él, le beso en la frente y salió del granero.
Estaba
amaneciendo el rocío de la hierba mojaba sus pies descalzos, las primeras luces
del día inundaban las colinas de la plantación dándoles unas tonalidades
rosadas, que a Madelaine se le antojaron las más bellas que jamás hubiese
visto, las cabañas de los jornaleros comenzaban a despertar, el olor de los
jazmines perfumaba el ambiente con su aroma dulzón. Madelaine comenzaba a
sentir los primeros rayos de sol en su rostro. Avanzaba lentamente hacia la
casa. Sorprendentemente no sentía ningún temor por lo que le podría aguardar en
ella, estaba tranquila y serena. Flotando por el jardín, subió las escaleras de
la puerta trasera. Todavía llevaba el camisón roto con el que había pasado la
noche. Al subir el ultimo peldaño, descubrió a su marido que desayunaba en la
terraza. Ella no retrocedió ante su presencia sino que se dirigió decididamente hacia la puerta.
-
¿Dónde has pasado la noche?- preguntó Richard
-
Fuera-
-
No te hagas la graciosa- dijo él –Me vas a decir donde has estado y con quien.
Se nota a la legua que no has pasado la noche sola-
-
¿Desde cuando te interesa lo que a mí me pase?-
-
Soy tu marido y tengo derecho a saberlo-
-
Dejaste de ser mi marido el primer día que abandonaste mi cama-
-
¡Todavía esa historia!. Te he dicho que no tengo ningún amante. Además aquí la
única que ha sido infiel esta noche ha sido tú- dijo Richard aproximándose a
ella
- Mira,
Richard, estoy cansada. La noche ha sido dura. Me voy a mi habitación. Si me
necesitas... -
Después de
esto salió de la terraza cerrando tras de sí la puerta. Richard se quedó al
otro lado con los puños apretados. Súbitamente descargo un terrible puñetazo
sobre el cristal de la mesa y se marchó.
Continuará.....
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