Si te acabas de incorporar a esta narración y no tiene ni idea de que va, pues puedes recordar la primera y segunda parte del Capitulo 1.
Capitulo II: Titán.
Habían
pasado varias semanas desde el encuentro nocturno con el jornalero, pero ella
esperaba todas las noches a que el moreno volviera a su habitación. Eso nunca
ocurrió.
Richard
seguía tan distante como siempre y Madelaine intentó volcar todo el amor que no
podía dar a su marido en sus hijos: Patrick y Suellen. Los chicos eran ya
mayores y no vieron con buenos ojos el repentino ataque de amor materno que
había asaltado a la mujer. Ambos se habían criado bastante al margen de sus
padres por lo que eran suspicaces a perder la libertad a la que habían estado acostumbrados practicamente desde su más tierna infancia. Los chicos no daban problemas pero
tampoco ayudaban a solucionarlos. Patrick era el mayor, tendría unos 18 años.
Era un apuesto muchacho de tez morena y unos expresivos ojos verdes. Tenía un
atlético cuerpo que cuidaba haciendo ejercicio todos los días: iba a nadar al río, montaba a caballo, y
levantaba montañas de heno. Tenia un carácter bastante cerrado pero quería a su
madre. No se le conocía novia alguna, aunque se rumoreaba que le gustaba
acechar a las hijas de los jornaleros. En varias ocasiones había tenido que
huir de varios padres “demasiado protectores”. Suellen era más tranquila que su
hermano. Era una verdadera preciosidad. Tenia una larga melena morena que
peinaba con grandes tirabuzones, unos vivos ojos negros y una boca roja como el
carmín.
Aun
así, Madelaine no se sentía realizada. Era tan grande el amor que le quemaba por dentro que se sentía frustrada porque nadie de su familia, de la familia que
ella había formado, aun a sabiendas de que sus padres la repudiaban por eso,
nadie la quería del mismo modo.
Así
que su única válvula de escape era fantasear con el muchacho que había conocido
en la plantación y que furtivamente había robado su corazón. Aprovechaba
cualquier ocasión para acompañar a su marido a pasear por los campos, cabalgaba
con Suellen todas las tardes por los pastos por los que había visto por primera
vez al chico, pero nada, nunca mas lo volvió a ver. De esta forma Madelaine se
fue volviendo cada vez mas ausente, fingía cuando su marido la tocaba, que eran
pocas ocasiones porque volvía cansado de la habitación de la criada.
Una
noche Richard volvió pronto a la cama, mas temprano que de costumbre, ya que
Camille había ido a cuidar a su tía enferma. Madelaine dormitaba en la amplia habitación
colonial, llevaba su camisón de hilo y estaba más pálida que nunca. Su piel
casi traslúcida dejaba adivinar el recorrido de sus venas por sus finos brazos,
su pelo suave como la seda enmarcaba su rostro como tallado en mármol. Richard
no la recordaba tan bonita desde hacia mucho tiempo. Se acercó hasta la cama y
le acarició el cabello. Ella se despertó sobresaltada y le miró con una mirada
tan fría y distante que Richard creyó no conocer a la mujer que estaba
observando. El esposo herido en su masculinidad se abalanzó sobre la mujer e
intentó besarla. Ella lo apartó de un empujón y saltó de la cama.
-
¿Qué pretendes Richard? ¿Qué me conforme con las sobras?-
-
No entiendo qué quieres decir. ¿De qué sobras estas hablando?- inquirió éste,
algo sorprendido- ¿Acaso un marido no puede besar a su esposa?-
-
No cuando lo hace porque su amante se ha ido- replicó Madelaine
Richard
se quedó helado. Aun así le respondió
-
¿De que amante me estas hablando, mujer? Ya sé, es otra de tus neuras verdad.
No estas contenta con amargarte la vida a ti misma pensando en imposibles y
desando lo que no puedes tener, que también tienes que arrastrar a los demás en
tu locura.-
-
¿Locura? Acaso es locura querer que mi marido, el hombre por el cual renuncie a
mi apellido, mi sangre y mi familia, me dedique un poco de su tiempo, de su
cariño, de su amor. Es locura que pretenda vivir una vida feliz junto al hombre
que amo. Si eso es locura, Richard, estoy loca.-
-
No pienso seguir escuchando tus desvaríos- dijo él perdiendo la paciencia- tú
eres mi esposa y es tu obligación adorar y servir a tu marido sin oponer
resistencia. Así que quítate el camisón y vamos a la cama-
Diciendo
esto Richard se abalanzó sobre Madelaine, esta corrió por la habitación y
pronto se enzarzaron en una frenética carrera por la habitación. Finalmente,
Richard consiguió atrapar a la mujer, cayeron al suelo y se puso encima de
ella, ésta intentó zafarse de él, pero el hombre era fuerte. De pronto, Madelaine agarró su zapato y le dio un fuerte
golpe en la cabeza a su marido. Este lanzó un grito y la soltó. Este momento lo
aprovechó ella para salir corriendo por la terraza, bajo rápidamente las
escaleras, que comunicaban con el jardín y corrió alejándose de la casa. Corrió
durante varios minutos y de pronto se detuvo frente al granero donde se
almacenaba el heno. Entró en él y decidió pasar allí la noche, pues dentro del
granero se estaba caliente.
Continuará....
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